Per aquest motiu, tots els fanàtics d’en Joyce, com jo mateix, comencem el 4 de juny, el Bloom’s Day, esmorzant ronyons, que és el que acabo de fer, tot i que els meus són de xai i fets a la planxa i en comptes de té he aixecat una copa de vi a la salut d’en Leopold:
El señot Leopold Bloom comía con deleite los órganos internos de las bestias y aves. Le gustaba la sopa espesa de menudillos, las mollejas, de sabor a nuez, el corazón relleno asado, tajadas de hígado rebozadas con migas de corteza, huevas de bacalao fritas. Sobre todo, le gustaban los riñones de cordero a la parrilla, que daban a su paladar un sutil sabor de orina levemente olorosa.
2 comments:
Los tuyos tambièn tienen ese no se què de orina?
No he probado la orina, así que no imagino el sabor que pueda tener. Es cierto que siempre se ha dicho que los riñones hay que lavarlos bien para evitar ese supuesto gusto, pero, a la hora de la verdad, en los recetarios no se suele insistir en este tema. Francamente creo que se trata de una boutade de Joyce. Así como supongo que es un error que primero hable de riñones de cordero para acabar comiendo uno de cerdo, grande, pues sólo come uno y que lo fría en mantequilla.
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